lunes, 16 de diciembre de 2013

La educaciòn en la mixteca despuès de la Revoluciòn

 
 
Pero aquí cada autor ha puesto el énfasis en el pueblo, aquel protagonista idealizado de la utopía de la Revolución mexicana. Aquí no hallará el lector los retratos del poderoso sino los de las masas rurales tal como las hallaron las primitivas cámaras fotográficas del siglo XX. Más primitivas aún eran las condiciones materiales en las que vivían nuestros ancestros hace apenas cien años. La anterior fue la centuria de las hambrunas y las pestes. Las fotos nos muestran a indios andrajosos aferrados a la vida. Pero lo realmente interesante es la enseñanza que nos deja esta obra en su conjunto: quiénes, dónde y cómo se construyó la utopía revolucionaria en Oaxaca. A lo largo de estas páginas el lector podrá ver aquellas condiciones materiales en las que vivieron los no tan antiguos oaxaqueños y los esfuerzos que hizo por redimirlos un estado nacional surgido tras una larga guerra civil. Así transitaremos de la utopía redentora de un José Vasconcelos hasta el eclipse total de sol en Miahuatlán que en los años setentas del siglo pasado fue el augurio simbólico del fin del nacionalismo revolucionario.
Indios mixtecos.

El paisano José Vasconcelos, acaso la mejor herencia que nos dejó la “bola” en Oaxaca, fue el único constructor de utopías de largo alcance. Por utopía debe entenderse la conjugación de situaciones ideales en un territorio igualmente ideal. Su filosofía le permitió ver claramente nuestro problema: aislamiento geográfico, analfabetismo y olvido del pasado propio. Este miserable tríptico de atavismos formaron el escollo que como enorme roca en medio del camino, nos impedía siquiera ver la forma de la ruta que nos esperaba más adelante, pero eso no quitaba que la nuestra fuera una raza cósmica capaz de expresarse a sí misma con enorme dignidad y con inigualable belleza si tan solo se le dotara de las herramientas intelectuales del saber en las ciencias y el hacer en las artes. No otra cosa está en la base del lema de la Universidad Nacional que él fundó: “Por mi raza hablará el espíritu”.
Hallaremos las fotos del motor vasconceliano que transformaría radicalmente situación tan lastimera: las escuelas. Se debe a que los coordinadores obtuvieron varias imágenes de los archivos fotográficos de la Secretaría de Educación Pública, fundada por Vasconcelos precisamente para enseñar a escribir, leer y hacer operaciones básica de aritmética a los niños mexicanos.
Aula en la Mixteca.
Lo que yo veo en algunas de estas fotos es la construcción de la utopía nacionalista hasta en los últimos rincones de Oaxaca. ¿Cómo hacerles saber a estos miserables paisanos que tuvieron un pasado culturalmente glorioso? ¿Cómo hacerlos sentir la pertenencia a una patria común; cómo enseñarlos a criticar su presente y cómo convencerlos para innovar acciones colectivas que rompieran las cadenas que les ataban al mal comer, a la insalubridad y a la explotación?
Vasconcelos imaginó que los libros harían tal trabajo. Fue más lejos aún, hasta la fuente misma donde se hallaba la energía que movería todos los obstáculos teniendo sus libros en las manos: la maestra y el maestro. Hoy ya es historia. A aquel impulso acudieron por cientos hombres y mujeres. Con más voluntad que medios materiales arribaron a pie a lugares remotos a divulgar el nuevo evangelio revolucionario. Toda la nación estaba empeñada en tan vigorosa tarea. Ya lo olvidamos, por supuesto. Nos queda la ironía de la historia que hizo que el gran Vasconcelos se estrellara una y otra vez frente al pistolerismo “revolucionario”... Pero aquí es donde las fotos de estos libros son tan útiles, porque nos recuerdan que ya lo hicimos antes, que un lejano día tuvimos coraje y fuimos con nada más que los brazos y el corazón a ayudar en donde más se necesitaba.
Reparto de útiles escolares en la Mixteca.
Los gobiernos revolucionarios, influenciados por los ideales comunistas, socialistas y anarquistas –tan fuertes en la época– impusieron una dura batalla contra las lacras sociales. Emprendieron campañas contra el alcoholismo; debatieron con quienes se oponían a que las escuelas fueran mixtas; obligaron con todos los medios a su alcance a los padres para que no solo enviaran a sus niños a la escuela sino también a sus hijas. Buscaron la manera de darles libros y útiles escolares y más tarde se propusieron como meta darles de desayunar en la escuela. No pudo la patria mantener ese ritmo, pero sí pudieron la Sabritas y la Coca Cola llegar y surtir su mercancía hasta el último rincón de nuestra geografía. Los gobiernos trataron de combatir la violencia doméstica tanto como los juegos de azar. El trabajo era una cosa muy seria y el ocio debía ocuparse en tareas de cultura general y esparcimiento sano. El presidente de la república era el primero en decir que estaba entregado al “trabajo fecundo y creador”... Un gobernador de ideas socialistas imponía su credo: “démosle al indio la razón aunque no la tenga”... Había rumbo, había metas, había ideales que habían costado sangre. La nación se multiplicaba al tiempo que el paternalismo aumentaba. 
 
Una jornada en el patio escolar podría comenzar entonando el Himno Regional Socialista para enseguida entregarse al entonamiento físico del cuerpo. Hacer gimnasia sueca significaba varias cosas, pero de entrada la participación colectiva al unísono: coordinación motriz, disciplina, ritmo, trabajo en equipo, oxigenación óptima de la sangre, aspirar-contener-exhalar y como consecuencia una felicidad grupal inexplicable. “Mente sana en cuerpo sano” fue la divisa para educar integralmente a nuestros padres. Estas ideas las arrumbamos hasta ahora que el mismo Estado ha tenido que declarar que sufre nuestra infancia una epidemia de obesidad y prediabetes y que está pensando seriamente desempolvar la vieja calistenia en las escuelas...
Escolares de la Costa haciendo gimnasia sueca...
Quienes pueden pagan una membresía en un gimnasio particular que es más un centro social que deportivo pero dentro del cual nos aislamos conectados a los audífonos de nuestro smart phone. ¿Quién ignora que hacer ejercicio estimula las endorfinas que esparcen la química semilla de la felicidad en el cuerpo? Hoy “el chemo y el churro” son una alternativa barata y masiva para ingresar a una felicidad parda donde por lo menos se olvida momentáneamente el hambre.
Decenas de niños y niñas aparecen en estas fotos haciendo sus tablas gimnásticas, en sus calzones de manta como uniformes deportivos; descalzos pues los tenis marca “Náic” (Nike, en inglés) se inventarían décadas después. En el fondo de estos nuevos contenidos educativos que fomentaba la Secretaría de Educación Pública estaba una leyenda universal que los hijos de la Revolución mexicana triunfante deberíamos estar prestos a replicar: la del soldado griego Filípides, inspirador del maratón olímpico.
Quizás les diga algo más si abundamos brevemente. La historia es cinco siglos anterior a Jesucristo. Los persas, unos bárbaros desde el punto de vista de la historia occidental, eran un ejército imbatible y habían anunciado que irían sobre Atenas, la ciudad más hermosa de la antigüedad. Les amenazaron que harían suyas a sus mujeres, que esclavizarían a sus niños y que no dejarían piedra sobre piedra. Todos los griegos que pudieran sostener una espada en sus brazos salieron a hacerles frente en la planicie de Maratón. En Atenas solo se quedaron las mujeres y los niños. Rezando todas. Habían convenido con sus esposos, hijos y padres, que si perdían la guerra se suicidarían en masa antes que caer cautivas de los enemigos. Para eso necesitaban que el último de sus soldados con vida les avisara el resultado del choque militar de inmediato, pero si esto no ocurría el mismo día, significaría el fin y antes de que se ocultara el sol se matarían todas. La batalla fue sangrienta y larga y triunfó el pequeño ejército de Atenas, pero el tiempo se acababa y con él la tarde. Filípides, el soldado, corrió muchos kilómetros sin parar hacia la plaza de Atenas. Al fin, frente a la multitud de mujeres, antes de que le reventara el corazón por el esfuerzo realizado, pronunció una sola palabra: Niké... es decir, triunfamos. Niké se pronuncia hoy “naic” y como todos sabemos es una marca gringa de ropa deportiva y es el ideal de los tenis que desean nuestros jóvenes, indígenas o no. Pero lo importante en el México de los años treintas era la moraleja: te sacrificarás por los tuyos, por eso deberás preparar tu mente tanto como tu cuerpo. Eso es lo que te hará sobrevivir a todo.
Brigada médica en la Mixteca.
En el repaso de imágenes lo que se revela aquí en conjunto es que México tenía claro a dónde llegar, pero no podía. Se ve en el conjunto de fotos un esfuerzo gigantesco por construir caminos, escuelas, costureros, clínicas, etcétera. Cientos de hombres salen picos y palas en mano a hacer sus caminos, las vías de acceso a la educación, a la salud, al comercio. El periodo que reseñan estos libros está marcado por un ímpetu imbatible de acabar con el aislamiento geográfico. Es el siglo de las escuelas y carreteras. Por ellas sacarán sus productos e ingresarán bienes de consumo más variados y quizás más económicos. Esas serán las rutas que los llevarán a la migración masiva hacia las grandes capitales y al norte. Las que en sentido contrario les llevarán campañas de higiene personal, pues las epidemias son un problema que causa mucha mortandad; les enseñarán los empleados del Instituo Nacional Indigenista a rasurarse la cabeza, asiento de piojos y liendres. Los maestros les enseñarán el uso de letrinas alejadas de sus chozas, a hervir el agua, a asearse las manos, la boca, el cuerpo. Las enfermedades como el tifo, el paludismo, los males gastrointestinales y la influenza española diezman a la población y la hacen tan débil que para la Revolución resultan un estorbo inadmisible. Brigadas médicas y de salubridad recorren a pie las serranías y cañadas, pero la ignorancia y el fanatismo prevalecientes rechazan sus campañas de vacunación. Una y otra vez vuelven hasta que los convencen. Para estimular el cambio de mudas de ropa esas carreteras de terracería tan angostas les llevarán máquinas de coser y maestras que les enseñarán corte y confección a las mamás. Es muy importante para la salud colectiva lavar la ropa, hervirla para erradicar las pulgas y los ácaros. Para eso se necesita vestimenta nueva y barata que la mamá pueda hacer y adaptar fácilmente según van creciendo en tallas los hijos.

La matanza de chivos en Huajuapan de León, mitad artesanía, mitad industria.
 
 

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